Existe una clase selecta de viajeros que ama encontrar y explorar sitios espeluznantes, aunque rara vez esperan que estos lugares desaparezcan completamente del mapa sin explicación alguna. Sí, existen relatos de personas que vieron pueblos, moteles o restaurantes a orilla de la carretera, sólo para descubrir en el viaje de regreso que ya no existían.
Muchas de estas historias podrían tener explicaciones completamente racionales, pero la esencia de las mismas es que nunca sabremos lo que sucedió exactamente a estas pequeñas ubicaciones en medio de la nada. Tras leer estos relatos, probablemente te asegurarás de que tu auto esté bien cerrado la próxima vez que salgas de excursión.
El baile más espeluznante.
Estaba mudándome a través de Texas y, como acostumbro, manejaba por la noche para evitar el tráfico. Iba acompañado de mi esposa (ahora ex) y el auto se quedaba sin combustible. Afortunadamente, estábamos cerca de una pequeña ciudad sin nombre y en la próxima curva observamos una vieja estación de servicios. Esto habría sucedido aproximadamente a las dos de la madrugada.
Me dirigí a la tienda para pagar la gasolina antes de usar la bomba. En el establecimiento sólo había una luz encendida, y la iluminación adentro era ligeramente superior a la que proporcionaba la Luna afuera. Al entrar, me encontré con el lugar completamente vacío. No había clientes, ni trabajadores, nada. Sin embargo, escuchaba una extraña melodía proveniente de una radio que no pude ubicar. Una pieza de piano muy alegre sonaba en algún lugar a la vuelta de la esquina, y al acercarme a la fuente escuché el sonido de alguien que bailaba.
Aquel extraño lugar me hizo sentir un miedo extraño, no del tipo que te horroriza y te hace querer huir, pero tenía los pelos de punta y, aunque no podía comprenderlo, sabía que algo andaba muy mal allí. Al doblar la esquina, me topé con un joven parado frente a una radio enorme… estaba bailando. Sin embargo, su baile me resultaba extremadamente desagradable y no coincidía de ninguna forma con el ritmo de la música.
Aunque en la radio se escuchaba algo parecido a un ragtime, este sujeto pasaba sus manos por todo el cuerpo, y aunque tenía los ojos cerrados parecía muy feliz haciendo aquel baile. Su danza era mucho más pausada que la música y definitivamente no seguía el ritmo. Por alguna extraña razón me quedé sin voz. Estaba paralizado en un trance mientras cada parte de mí anhelaba gritar y salir inmediatamente de ese lugar.
Finalmente, me repuse y le dije: “disculpa, necesito un poco de gasolina”. El joven continuó con su baile.
Lo repetí un poco más fuerte, y finalmente se detuvo para abrir los ojos y centrarse en mí. Sin embargo, era como si pudiera ver a través de mí. Caminó en silencio hasta la caja registradora sin decir nada. Le dije: “sólo $20, por favor”.
El joven no respondió y se quedó parado atrás del mostrador, entonces pensé que tal vez no hablaba el idioma y simplemente estaba avergonzado pues lo había sorprendido bailando, así que dejé el dinero sobre el mostrador y salí del establecimiento esperando que encendiera la bomba.
Eché la gasolina, le dije a mi esposa sobre la extraña escena que acaba de presenciar adentro y apagué la bomba para callar el terrible sonido que producía luchando contra la gravedad para sacar el combustible.
Sin embargo, lo más extraño fue que al retirarnos y observar por el espejo retrovisor, pude ver al sujeto todavía detrás del mostrador. Por si fuera poco, el dinero aún seguía en el mismo sitio donde lo dejé. Como si se tratara de un robot que se apagó después que salí de la tienda.
Pero lo más extraño sucedió un par de meses después, cuando regresaba a San Antonio para ver a mi familia y decidimos detenernos en aquella vieja estación de servicio para echarle un vistazo durante el día, ya que se convirtió en una especie de broma entre mi esposa y yo. Nos detuvimos en aquel pequeño pueblo… pero todo el establecimiento había desparecido.
El lote donde se ubicaba en la curva ni siquiera existía. Todo estaba cubierto de hierba. No había escombros, iluminación o la vieja bomba. Fue como si alguien tomara la estación completa y se la hubiera llevado. Aparentemente, en aquel lugar no había existido nada durante años.
Todavía me produce escalofríos pensar en esto.
El restaurante perdido en el tiempo.
Cuando era joven, me convertí en un chico insoportable. Para lidiar con este comportamiento mis padres, dos narcisistas, tomaron la decisión de enviarme a trabajar a un gran rancho ganadero en una remota región de Arizona. Como era un jinete ecuestre en aquella época, en realidad la ganadería no era un área tan ajena a mis aptitudes.
Durante los recorridos de ganado es común toparse con casas, campamentos e incluso ciudades en el medio de la nada. Todos estos hallazgos son dignos de contarse bajo una fogata, pero hubo uno en particular que jamás podré olvidar.
Hacíamos un recorrido de ganado muy extenso, y si mal no recuerdo habíamos pasado alrededor de tres semanas en el desierto cuando nos topamos con este lugar en medio de un cañón, un sitio ideal para una postal. Se trataba de un restaurante con un diseño antiguo, repleto de detalles cromados al más puro estilo de la costa este. Hacía tiempo que no comíamos nada sustancial, y el líder del recorrido me prometió un batido de leche con motivo de mi cumpleaños. La emoción me desbordaba, y aunque me parecía un poco extraño, después de pasar tanto tiempo en el desierto ya nada te sorprende realmente.
Entonces, dejamos atrás a varios compañeros para que vigilaran el ganado que descansaba bajo una sombra tras superar un terreno rocoso, y nos dirigimos hacia el cañón para entrar al restaurante. En el instante que pusimos un pie dentro del lugar, el jefe (el vaquero de más experiencia en el grupo) me toma del brazo y pregunta: “¿este sitio está repleto y todos visten ropa extraña de la época de los 40 o 50?”.
Mi jefe, al que solíamos llamar “T”, era un tipo duro que dedicó su vida al rancho, por lo que definitivamente había experimentado cosas extrañas. Cuando estoy a punto de darle un sorbo al batido de leche, T me vuelve a tomar por el brazo y me doy cuenta que todos los comensales no observan. Mientras tanto, la atmósfera del lugar se siente extraña. Como los sujetos malolientes y sucios que éramos, estábamos acostumbrados a que nos vieran todo el tiempo pero estas personas lo hacían con una expresión de casi miedo y conmoción.
T y los otros dos salen lentamente del restaurante, y yo voy detrás de ellos. Salimos sin decir una sola palabra. Estaba tan confundido que simplemente acepté toda la situación.
Hasta el día de hoy desconozco lo que significaba ese lugar, o si nos tropezamos con alguna distorsión temporal. Por la noche, cuando nos encontrábamos a buena distancia de aquel cañón, el jefe me comentó que tal vez retrocedimos en el tiempo. Desde su punto de vista, el restaurante había quedado atrapado en una especie de bucle temporal y, si nos quedábamos, también nos atascaríamos allí.
No sé si realmente creer lo que me dijo. Eran tipos rudos que solían burlarse y hacer bromas todo el tiempo, pero jamás olvidaré las miradas de aquellos comensales en ese restaurante inmaculado.
¿Cuál pueblo?
Esto le sucedió a un amigo hace aproximadamente veinte años. Solía trabajar instalando ventanas por lo que habitualmente viajaba con su equipo por el sureste del Reino Unido. Uno de los trabajos que realizaba no le quedaba tan lejos de casa, por lo que decidió ir en su automóvil.
Terminaron el trabajo muy tarde, y ya había oscurecido, por lo que las carreteras estaban solitarias y no había demasiadas personas afuera debido al intenso frío. Conducían por un camino recto cuando pasaron por un pueblo común y corriente. Observaron las típicas casas rurales, un pub e incluso una pequeña tienda.
Cinco minutos después, dos de los tripulantes se quejaban de que necesitaban beber algo para el frío y sugirieron acudir a un pub. Mi amigo les propuso dar la vuelta y regresar al pueblo que acababan de ver. Regresan, recorren el mismo camino de regreso pero no encuentran ningún pueblo. No había más que campos. No tomaron ninguna desviación, por lo que era imposible que se hubieran equivocado de ruta. El camino era recto.
Pizza fantasma.
Solía quedarme con un compañero en el distrito financiero de Nueva York. En esta ocasión había salido de viaje y yo me hacía cargo de su gato. En algún punto de la madrugada, recordé que no había cenado así que salí para buscar algo de comida rápida. El huracán Sandy había afectado la zona hacía poco, por lo que muchos establecimientos todavía se esforzaban por terminar las reparaciones y mi búsqueda resultó infructuosa.
En el camino de regreso al apartamento, encontré un sitio con una mujer parada afuera que me dijo: “pizza gratis”. No soy de las personas que suelen ignorar este tipo de ofertas, así que me volví hacia la mujer y ella repitió la frase mientras abría la puerta de aquella pequeña pizzería. Ingresé completamente seguro de que me darían algo de pizza gratis.
Y sí, terminé con dos rebanadas grandes y a continuación de dirigí a casa para pasar la noche, pero antes compartí una rebanada con el portero del condominio.
Al día siguiente, caminé exactamente por el mismo sitio y no encontré ninguna pizzería. Hasta el día de hoy, todavía suelo contar mi historia de la pizza fantasma.
Sigue al conejo.
Mis abuelos solían administrar una granja de tamaño considerable, y todos los nietos solíamos ayudar durante las vacaciones de verano. Nos habían dicho que cada vez que viéramos un conejo, lo matáramos con la azada o la escopeta. En aquella época tenía aproximadamente 12 años cuando vi un pequeño conejo en la plantación de frijoles, y no quería que el abuelo lo viera, por lo que intenté ahuyentarlo. Lo seguí hasta la maleza pues, generalmente, solía perderlos de vista cuando llegaban hasta este lugar.
Sin embargo, este conejo me llevó hasta unas antiguas ruinas de un granero. Es algo común en el lugar, y suelen ser sitios muy interesantes por dentro, así que entré para echar un vistazo. Curiosamente, las herramientas estaban en buenas condiciones y había heno fresco. Creí que había cruzado a la propiedad de otra persona, así que inmediatamente salí de este lugar. Le pregunté a mi abuelo sobre esto, y me dijo que su propiedad se extendía mucho más allá, por lo que era imposible que hubiera abandonado su terreno en ese poco tiempo que estuve ausente, así que repetimos el recorrido pero fue imposible encontrar el viejo granero.
Cada verano que trabajé en la granja volvía a revisar pero jamás lo encontré de nuevo. No es algo espeluznante, pero siempre me he preguntado qué sucedió aquella vez.
La colina perdida.
Cuando mi hermano y yo teníamos 10 y 12 años, respectivamente, la familia organizó una caminata empezando por el cementerio para adentrarnos en el bosque, no muy lejos de nuestra casa. Mis hermanos y yo solíamos explorar ese bosque todos los días. Incluso habíamos acampado antes en este lugar, por lo que lo conocíamos a la perfección.
Como sea, la familia se ubicó en el lugar habitual junto al arroyo mientras mi hermano y yo fuimos a explorar la zona. Nos topamos con una colina enorme que jamás habíamos visto antes. Estaba llena de objetos que parecían las pertenencias personales de alguien. Era como si hubieran volteado una casa para sacudirla y llevarse la construcción. También observamos un montón de “X” pintadas sobre los árboles, como si los fueran a talar en algún momento.
Recorrimos la colina un poco cuando creímos escuchar a mamá gritándonos. Entonces, nos dimos vuelta y caminamos aproximadamente 20 metros por la colina hasta el punto donde estaban nuestros padres. Todo esto quizá llevó unos 45 minutos… según nosotros.
Tan pronto como mamá nos vio, nos dio la paliza de nuestras vidas. De hecho, habíamos estado vagando por el bosque casi cuatro horas. Jamás nos vieron subir a la colina y recordó que la última vez serpenteábamos por un sendero que bordea al arroyo, pero nunca nos observó subir una colina a escasos veinte metros de distancia. Ella y nuestro padrastro peinaron el bosque durante todo ese tiempo gritando nuestros nombres sin poder localizarnos.
Abogamos por nuestra historia e incluso intentamos mostrarle la colina. Así que la llevamos por el mismo camino pero la colina ya no estaba. Durante años exploramos aquellos bosques decididos a encontrar la colina. Cubrimos millas y millas más allá del camino que hicimos ese día.
Mientras crecíamos íbamos mapeando nuestras incursiones. Hasta la fecha, la colina sigue sin aparecer. Jamás la volvimos a encontrar. Tampoco localizamos los extraños muebles, la ropa y los otros artículos del hogar que se encontraban dispersos sobre la colina. Probablemente terminamos alejándonos mucho más de lo que pretendíamos, pero siempre me pareció extraño que nunca pudiéramos volver a ese lugar.