En el pasado reciente, el Triángulo de las Bermudas fue escenario de múltiples catástrofes que involucraban aeronaves y embarcaciones. La región quedó rodeada por un halo de misterio, y surgieron múltiples teorías para explicar estos fenómenos. Entre las muchas tragedias que concentró el área geográfica, figura una de las desapariciones más misteriosas de la aviación moderna: la del Vuelo 19.
En algún momento de la historia, la Guardia Costera de los Estados Unidos publicó la siguiente definición sobre esta peculiar zona: “el Triángulo de las Bermudas, o Triángulo del Diablo, es un área imaginaria situada a lo largo de la Costa Oeste del país, famosa por la alta incidencia de pérdidas inexplicables de embarcaciones de gran calado, navíos pequeños y aeronaves. Generalmente, se acepta que los vértices del triángulo están conformados por San Juan de Puerto Rico, Miami y las Bermudas”.
Para que la Guardia Costera refiriera a este sitio como “Triángulo del Diablo”, las cosas que sucedieron allí seguramente fueron aterradoras. Además, la región también era conocida como el “Cementerio del Atlántico”, “Triángulo de la Muerte”, “Mar de los hechizos”, etc. Todo a causa de las misteriosas desapariciones de aviones y barcos que se registraron a lo largo de la historia contemporánea.
Pero, ninguno de estos registros fue más interesante que el desvanecimiento de la tripulación que viajaba a bordo del Vuelo 19, y la posterior desaparición de un avión que enviaron a rescate.
La misión del Vuelo 19.
Era el 5 de diciembre de 1945 cuando una cuadrilla de cinco aeronaves Grumman TBF Avenger se disponía a despegar de Fort Lauderdale. Cada torpedero iba abastecido con combustible suficiente como para hacer un recorrido de 1,700 kilómetros. La misión consistía en bombardear el armazón desmantelado de una embarcación que frecuentemente servía de objetivo a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Con excepción de uno, cada avión transportaba a dos miembros. En total, cinco comandantes y cuatro copilotos conformaban al personal de la misión. La experiencia de cada uno de estos elementos era mucha, por lo que nadie imaginó que pudiera salir tan mal.
A bordo de un TBF Avenger se encontraba el teniente Charles Taylor, un soldado con más de 2,500 horas de vuelo y enorme experiencia en el combate aéreo. Llegó a instruir a más de 300 reclutas y participó en varias misiones a lo largo de la Segunda Guerra Mundial.
Aproximadamente a las 03:15 de la tarde, la torre de control en Fort Lauderdale empezó a recibir información extraordinaria del líder del grupo, el teniente Taylor. En las grabaciones de audio se escucha lo siguiente:
– Taylor: Llamando a la torre. Esto es una emergencia. Parece que nos salimos de ruta. No logro divisar tierra… repito… no logro divisar tierra.
– Torre: ¿Cuál es su posición?
– Taylor: desconocemos nuestra posición. No estamos seguros del lugar donde nos encontramos… parece que nos hemos perdido.
– Torre: cambie el rumbo con dirección al oeste.
– Taylor: no sabemos hacia donde queda el oeste. Todo está funcionando mal… es extraño… no tenemos la certeza sobre alguna dirección. Hasta el océano parece diferente, raro…
Quince minutos después del primer mensaje, el instructor en jefe de los vuelos en Fort Lauderdale escuchó en su radio la voz de alguien que intentaba comunicarse con Powers, uno de los pilotos de la cuadrilla, para solicitar información sobre la lectura de la brújula. Tras varios segundos de silencio, escuchó a Powers respondiendo a la solicitud:
– No sé dónde nos encontramos. Seguramente nos perdimos en la última vuelta.
El instructor en jefe logró establecer contacto con el Vuelo 19, solicitando más información al líder de vuelo y recibiendo la siguiente respuesta:
– Ambas brújulas están fuera de control. Intento encontrar Fort Lauderdale… estoy seguro de que nos ubicamos sobre las islas del litoral, pero desconozco la distancia.
Después de escucharlos, el instructor en jefe aconsejó que volaran rumbo al norte, manteniendo el sol a su izquierda hasta que alcanzaran la base. Sin embargo, al poco tiempo escuchó:
– Acabamos de pasar sobre una isla… no hay más tierra a la vista.
A las 4 de la tarde, en la torre de control escucharon que, sin explicación alguna, Taylor delegó el comando de la misión al capitán Stivers, un experimentado piloto de la Marina. Pese a la estática, Stivers logró enviar un mensaje claro.
– No tenemos certeza de la ubicación… creo que nos ubicamos a 360 kilómetros de la base… debimos pasar sobre Florida y estar en el Golfo de México.
La comunicación se fue deteriorando poco a poco. En determinado momento, la tripulación del Vuelo 19 fue incapaz de escuchar los mensajes enviados desde la torre de control, aunque en tierra todavía lograban captar los diálogos entre los pilotos de la misión. Algo en lo que hacían énfasis estas conversaciones era que las brújulas, magnéticas o giroscópicas, simplemente se “habían vuelto locas”, proporcionando lecturas diferentes en el mismo lugar. El último mensaje que captaron en tierra habría sido:
– Llegamos a aguas blancas… estamos completamente perdidos.
La misión de rescate del Vuelo 19.
Incrédulos por lo que había sucedido con la misión y suponiendo que tal vez fueron víctimas de un ataque enemigo, la base organizó una misión de rescate con un Martin PBM Mariner, un hidroavión patrulla que despegó a las 07:27 de la tarde con una tripulación de 13 elementos.
Después de tres en el aire, el Martin Mariner envió un mensaje de rutina a la torre de control. Y esto fue lo último que se supo de ellos. Al poco tiempo, las unidades de búsqueda agregaron un avión más a los cinco que se habían perdido aquel día. El avión y los 13 tripulantes desaparecieron sin dejar rastro.
Varias aeronaves de combate de la Marina y algunas embarcaciones de la Guardia Costera organizaron una extensa búsqueda en la región, pero no encontraron nada fuera de lo común. El mar estaba tranquilo, el cielo perfectamente despejado y las rachas de viento no superaban los 60 km/h.
El informe oficial.
Tras una larga investigación, toda la información en torno al caso quedó resumida en un informe con más de 500 páginas donde se especificaba que la desaparición del Vuelo 19 fue de índole “desconocido”. El capitán W. C. Wingard, encargado de divulgar la información oficial, llegó a comentar durante una entrevista televisiva que “los miembros del Comité de Investigación ni siquiera fueron capaces de proporcionar alguna conjetura razonable sobre los acontecimientos”.
Uno de los oficiales que participó en el Comité de investigación para el Vuelo 19 declaró: “esta pérdida inédita en tiempos de paz es un auténtico misterio, el más extraño que haya registrado la aviación naval”.
Varios años después, el reportero y conferencista Art Ford, que seguía la historia del Vuelo 19 desde el principio, reveló algo increíble. Dijo que en la misma fecha de la desaparición, un radioaficionado habría captado un mensaje del propio teniente Charles Taylor, líder de la misión. Sin embargo, no le dio mucha importancia por la cantidad de rumores que circulaban en torno al caso por aquellos días.
El mensaje en cuestión decía:
– Taylor: no vengan detrás de mí… parece que vienen del espacio.
Tiempo después, empezaron a circular rumores de que un informe completamente distinto al oficial fue entregado en secreto a los familiares de la tripulación, quienes habían ejercido presión para conocer el destino de sus seres queridos. Según Ford, en este informe se hacía mención a una frase similar a la que captó el radioaficionado: “no vengan detrás de mí”.