El oficio de sepulturero puede ser muy práctico: horario flexible, paga decente y se aprende a mantener en buen estado parcelas solitarias. Además, los cementerios con cientos de años pueden resultar muy interesantes cuando se disfruta conociendo la historia de los lugares y sus habitantes. Sin embargo, existe una parte macabra en el oficio.
Muchos sepultureros han experimentado cosas que pondrían los pelos de punta al más escéptico: objetos extraños sobre las tumbas, magia negra, avistamientos espeluznantes y eventos inexplicables que jamás podrán olvidar. Los relatos macabros en cementerios no siempre tienen que ver con fantasmas o personas poseídas, pero pueden ser igual de aterradores.
Un muerto en el crematorio.
Administro un crematorio y he pasado por varias experiencias. Un caso particularmente inquietante me sucedió en 2012, tras el servicio de un varón muy corpulento que pesaba alrededor de 170 kg. Inicié el precalentado de la retorta (cámara de cremación) mientras mi esposa preparaba una película que veríamos en lo que terminaba el trabajo. Fui hasta la plataforma de elevación y luego introduje el cuerpo, asegurando la puerta de la retorta para después irme a sentar.
Habían pasado aproximadamente cinco minutos cuando escuchamos un golpe. Ni mi esposa ni yo le prestamos demasiada atención, pero al poco tiempo se escuchó otro, y luego otro. Me levanté, preocupado de que el hombre tuviera un marcapasos, aunque resultaba poco probable pues le habían extraído todos los órganos. El sonido de los golpes se hizo más desesperado. Observamos por la ventanilla de la retorta y encontramos imposible aquella escena.
En el interior, el cuerpo se agitaba frenéticamente, piernas y brazos se movían como si intentaran librarse de un dolor extremo. Bueno, no es algo raro ver que algunas partes de los cadáveres se muevan mientras son cremados, pues cuando tendones y músculos son sometidos al fuego se contraen, pero esto iba mucho más allá. El hombre empuñaba ambas manos y golpeaba contra la cámara, mientras sus piernas empujaban hacia abajo como si quisiera salir de allí. Cuando la boca se abrió, empezamos a escuchar unos tenues gemidos que después se volverían gritos.
Era completamente imposible que ese hombre pudiera estar vivo. Sin embargo, durante casi medio minuto después que nos acercamos a la ventana de la retorta, el hombre que se cremaba en este lugar gritaba mientras agitaba brazos y piernas.
El constructor.
Desde hace cinco generaciones mi familia ha sido la propietaria de un cementerio, y yo me he ganado la vida en este sitio desde los 12 años. A unos 30 metros de la oficina principal, construyeron una casa para mantenerse al tanto de la propiedad todo el tiempo.
Cuando todavía era un niño, mi tío y abuelo se encontraban despiertos hasta muy tarde. En determinado momento, mi tío se asomó por la ventana y le aseguro al abuelo que había visto la silueta de una persona moverse tras uno de los árboles. Un poste de luz alcanzaba a iluminar una parte de la parcela donde se encontraban unas cuantas tumbas, pero en ese punto las cosas parecían completamente tranquilas.
Mi tío y abuelo vigilaron desde la ventana por un buen rato, hasta que el abuelo empezó a burlarse de su retoño por la facilidad con que se asustaba. Sin embargo, al despertar encontraron un montón de policías en el mismo punto que habían estado vigilando la noche anterior. Entre el momento que observaron por la ventana (aproximadamente las 4 a.m.) y la hora en que notaron toda esta conmoción (alrededor de las 7 a.m.), siete de las tumbas fueron excavadas. Las lápidas fueron ordenadas de forma totalmente deliberada, como si pretendieran construir un palacio de naipes, y detrás acomodaron los ataúdes uno encima del otro, el primero en posición horizontal, el siguiente en vertical, luego horizontal, vertical, hasta el último en posición horizontal. Si promediamos el tamaño de un ataúd, hablamos de casi 9 metros de altura.
Estoy completamente convencido de que, incluso con maquinaria moderna, lograr esto hubiera llevado más de tres horas. Pero, alguien (o algo) en 1950 logró esta hazaña en menos de 180 minutos, todo esto sin que nadie en la casa lograra escuchar ruido alguno.
¿Viajé al futuro?
Dave era uno de los trabajadores más antiguos en el cementerio y llegó mucho antes que yo. Una vez le pregunté: “oye, Dave, ¿alguna vez has pasado por algo espeluznante en este lugar?”. A lo que Dave me respondió:
“En la década de 1980 empecé a trabajar aquí con el viejo Frank. Una tarde nos encargábamos del funeral de un niño cuyo apellido era muy pegadizo: Eggleaton. Logramos bajar el ataúd sin ningún problema y su familia ya se había marchado, éramos alrededor de ocho personas. Empezamos a bajar la cubierta de la bóveda que su familia había adquirido y, repentinamente, mi cuerda se rompió, el costado que yo sostenía se desplomó y cayó sobre la parte derecha del ataúd. Cuando miré hacia abajo, allí estaban las piernas del pequeño con pantalones negros y unos zapatos color beige.
Después de esto, decidí sentarme mientras los muchachos acomodaban la cubierta en su lugar. No estaba ni a dos metros del equipo, sobre en un banco, cuando sentí una mano posarse sobre mi espalda. Miré por encima del hombro y encontré a un hombre joven. Iba vestido de azul y cargaba una regadera, creí que se dirigía a regar las flores de otra tumba o algo por el estilo. ‘No te preocupes, no eres el primero al que le sucede…. todos terminamos enterrados’, me dijo.
Le devolví una sonrisa y lo vi dirigirse a otra tumba bajo un arce donde empezó a regar las flores sobre la lápida. Caminé para ver si los muchachos habían terminado y, solo para estar seguro pues no creo en los fantasmas, le pregunté a Frank: ‘¿ese tipo realmente está allí, verdad?’.
‘Eso no es gracioso, claro que está ahí’, me respondió Frank.
Me reí, pero cuando ambos volteamos a ver, el hombre se había marchado. Desde que lo conocí jamás había visto al viejo Frank tan sorprendido. Me dijo: ‘esa tumba está vacía, jamás se ha enterrado allí. Se supone que no debería tener una lápida’.
El viejo Frank me aparta del resto y me dice que es mejor no comentarlo con nadie más. Doy unos diez pasos hasta la misteriosa tumba y no puedo creer lo que estoy viendo. En ese lugar no hay nada, ni una lápida ni nada”.
El tiempo pasa y Dave fallece. Su entierro tuvo lugar en una parte muy vieja del cementerio en la que rara vez hay funerales. Cierto día estábamos bajando una bóveda y un novato que trabajaba a medio tiempo no logra soportar el peso y la suelta. Terminamos de bajarla y caminé un poco para hablar con este chico y decirle que no tenía de que preocuparte, pues eso nos pasaba a todos. Fui por una regadera y la llené de agua para regar el solitario arreglo de flores que le habían dejado a Dave. Puse mi mano en la espalda del chico y bromeé mientras llevaba el agua, empecé a caminar cuesta arriba y me encontré con una tumba cuyo nombre era imposible olvidar: “Eggleton”.
Rápidamente recordé aquel arce y la tumba de Dave justo debajo. Me quedé completamente paralizado y me di cuenta que llevaba un traje azul marino. Rápidamente me dirigí al archivero para ver en qué momento Dave había comprado esa tumba… pasé horas revisando carpeta tras carpeta con los registros de compra.
Ni Dave ni su familia habían adquirido esa tumba. Nadie jamás compró esa tumba.