RFS, como se le ha identificado, era un ingeniero geólogo de unos 60 años de edad que en octubre de 2010 comenzó a padecer temblores, dolores de cabeza, dificultad para caminar y amnesia. Al principio los médicos pensaron que había sufrido un derrame cerebral pero luego identificaron, de acuerdo a la revista Science, que padecía una enfermedad neurodegenerativa conocida como síndrome corticobasal.
A causa de ese mal, RFS comenzó a experimentar cambios extraños. El más notorio es que no podía ver los números. Podía identificar letras y leer palabras sin problema, pero los números se le habían vuelto incomprensibles. Simplemente dejó de tener conciencia de la existencia de los números y esa situación, al ser estudiada por los científicos, ha aportado conocimientos significativo sobre, justamente, cómo surge esa conciencia en el cerebro.
RFS era paciente del Hospital Johns Hopkins, de donde fue referido, de acuerdo a Live Science al profesor de ciencias de la cognición de la Universidad Johns Hopkins.
Según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, el caso de RFS mostró a los científicos que es posible que una persona presente una disociación entre la cognición y la conciencia.
Por ejemplo, RFS podía realizar operaciones matemáticas mentalmente, pero comenzó a ser incapaz de ver los números, perdió la conciencia de que un cierto signo, por ejemplo, significaba un número. Los números le comenzaron a parecer extraños y aunque, curiosamente, el 0 y el 1 le parecían normales, los otros se desarticularon hasta convertirse, a sus ojos, en una suerte de “espaguetis irreconocibles”.
Como consecuencia, RFS perdió la capacidad de reconocerlos, no podía leer el precio en la etiqueta de un producto o los signos de velocidad en las calles. Y, como se cuenta en la citada revista, cuando se le presentó la figura del número 8 y se le pidió que lo dibujara, trazó una serie de garabatos aparentemente incoherentes. Pero cuando el 8 fue girado 180 grados, para asemejarse a un signo de infinito (∞), RFS vio claramente la grafía y dijo que era “como un antifaz”.
Ante su imposibilidad de ver los números, RFS logró desarrollar una nueva grafía y le asignó nuevos signos, que sí podía ver, a los números que se le habían derruido, con, por ejemplo, ⌊ para el 2 y ⌈ para el 8 e incluso logró que esos símbolos aparecieran en su computadora en lugar de los números usuales.
Los estudios a los que se sometió RFS muestra, indica Science, que no sufría de un problema relacionado con la vista, pues podía ver sin problema todo salvo números, e incluso la forma de un 8 ‘acostado’ le era perfectamente reconocible, aunque no comprendiese que fuese un número 8 y viera a ese signo como un revoltijo.
Pero sí podía perfectamente ver, leer y hacer operaciones usando numerales romanos.
Su problema era con los numerales arábigos, a tal grado que cuando se le presentaron palabras con pequeñas caras dentro de las letras, pudo reconocer todo ello y se le detectó la actividad cerebral usual cuando una persona identifica patrones faciales, pero cuando se le presentaron números con caras, no podía ver ni uno ni otras, todo le parecía un enredado espagueti y no presentaba la citada actividad cerebral vinculada al reconocimiento de rostros. Los números arruinaban su capacidad.
El caso de RSF es singular y ha aportado conocimiento significativo, aunque los misterios al respecto continúan siendo enormes y para comprenderlos mejor se necesitará mucha mayor investigación. Pero ello ya no será posible con RFS, pues su salud se deterioró al grado de que ya no pudo hablar ni moverse, es de suponer que a causa del avance de su enfermedad neurodegenerativa.
Con todo, su caso abrió una singular ventana para comprender un poco más las relaciones entre la cognición y la conciencia.