n 1841 fue la primera ocasión en la que se anunció la venta de hielo en Mérida, el cual llegó de Nueva York y se ofrecía al público yucateco
Aunque la tarde de ayer ingresó a la Península un frente frío que ocasionó nublados y lloviznas por la tarde, antes del mediodía en la capital yucateca las altas temperaturas prácticamente “sancocharon” a los meridanos, que buscan para refrescarse agua y productos congelados como los famosos bolis, helados y granizados, además de embotellados y licuados.
Pero, ¿cómo era posible que en años anteriores nuestros ancestros lograran sobrellevar esta situación cuando no tenían a disponibilidad la tecnología de la que hoy disfrutamos y, por ende, se carecía de aparatos de refrigeración?, se preguntará usted.
Se puede decir que, aparte de alguna esporádica granizada, los yucatecos no conocían el hielo, acaso, el agua fría de los cenotes y, sobre todo, la “heladez” que traían los “nortes”.
De entrada, habría que señalar que en las primeras ocasiones en las que se comercializó el hielo en Yucatán, el producto llegaba por vía marítima desde el norte de los Estados Unidos Nueva a Cuba y de allí al puerto de Sisal.
En la página Yucatán Ancestral, el historiador Humberto Sánchez Baquedano refiere que fue en 1841 la primera ocasión en la que se anunció la venta de hielo en Mérida, el cual llegó de Nueva York y se ofrecía al público en la casa de don Alvino Guzmán, ubicada frente a la esquina de El Negrito.
En un recorte de periódico de la época se anuncia a un real la libra de hielo en la Plaza de San Cristóbal, y también cita un escrito de Roldán Peniche en el que se indica que en la residencia del acaudalado comerciante Darío Galera, en la 60 por 63, se instalaron en 1849 espacios para que los meridanos conocieran el hielo y probaran los sorbetes hechos de frutas naturales.
También presenta información relacionada con un cargamento de hielo que se transportó en el vapor Andrew Johnson en 1866. De las 25 mil libras (11.4 toneladas) que se embarcaron en la Habana, llegó solo la tercera parte, el resto se deshizo en el recorrido.
Fue hasta 1860 cuando comenzaron a surgir algunas empresas que se dedicaron a la fabricación de este producto con pequeños aparatos importados de Francia que operaban a base de absorción de amoniaco y accionados por una bomba de mano, refiere Sánchez Baquedano.
Más tarde, por el año 1870, el señor Manuel Almeida montó en Mérida una fábrica más moderna y de gran capacidad para entonces, la cual era movida por un motor de vapor de 6 caballos de fuerza, y luego en 1888 estableció una nueva fábrica Joaquín Arigunaga que tuvo poca duración, pero un año después se establecieron tres más: “El Polo Norte” del Sr. Luis Morales Espinosa montada en la esquina de “El Perejil” en el cruce de las hoy calles 70 y 63; que estuvo muy relacionada con la primera fábrica de la Cervecería Yucateca.
También funcionó la Compañía de Hielo Artificial de Mérida, S.A., instalada en el barrio de San Cristóbal y una tercera que instalaron los hermanos Solís en la hacienda Xcanchakán y cuyo producto vendían en el expendio de nombre “El Polo Sur” en Mérida.
También es de llamar la atención como en fotografías antiguas, se observa como los yucatecos de antaño vestían con elegantes trajes sastre, con saco y corbata, lo que hoy ya no es posible por los efectos del cambio climático y también por la desaparición de telas como el dril y el nurotex, que refiere el cronista de Progreso, como don Romeo Frías Bobadilla, se usaban en épocas de calor porque eran más frescos que las telas de casimir que se utilizaban en invierno